Javier Pérez Gontán

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Medio digital activista y de participación ciudadana

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Graduado en Publicidad y Relaciones Públicas por la Universidad de Málaga, aunque prefiero decir que he estudiado Comunicación, ya que primero empecé a estudiar el Grado en Periodismo (en la misma universidad) y me cambié de carrera tras aprobar todo el primer año. Además, tuve la oportunidad de estudiar Communication Management durante un curso entero en la Hogeschool PXL de Hasselt, Bélgica, gracias a una beca Erasmus+.

El artículo 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos establece que «Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitaciones de fronteras, por cualquier medio de expresión». Es decir, todos los seres humanos tenemos derecho a la libertad de opinión y expresión, lo que significa que no solo los profesionales de los medios de comunicación tienen el derecho y, sobre todo, la responsabilidad de investigar, recibir y difundir informaciones y opiniones, sino que más bien somos todos y cada uno de nosotros los que tenemos el derecho a ejercer esas libertades y está en nuestras manos decidir hacerlo o no.

Nos encontramos en una sociedad que camina a un ritmo desenfrenado -no siempre hacia el progreso- marcado por un desarrollo tecnológico nunca antes contemplado en la historia de la humanidad, una sociedad cada vez más regida por el capital y que, en consecuencia, se caracteriza por estar dominada por aquellos que concentran la mayor parte de la riqueza (el 1% de la población mundial acapara casi la mitad de la riqueza global y su patrimonio crece cada vez más). De esta forma, la mayoría de las telecomunicaciones y de los medios de comunicación están controlados por un reducido número de conglomerados y grupos empresariales que defienden sus intereses ante todo y anteponiéndose a tod@s, colaborando incluso con los gobiernos de los diferentes estados.

A esto hay que sumarle la profunda crisis económica a nivel mundial que todavía no ha finalizado, crisis que afectó especialmente al periodismo y que se sumó en este sector a la ya compleja transición del papel a lo digital. Por lo tanto, ahora más que nunca, hacen falta el rigor, la responsabilidad, la independencia y la pluralidad que -por lo menos en teoría- deberían caracterizar al periodismo. Es más, de hecho estas deberían ser las características que definieran las prácticas sociales que desarrollamos como individuos en el ámbito de la comunicación. Es el momento de reivindicar un periodismo de calidad que trabaje en profundidad, un periodismo menos centrado en la periodicidad y en ganar la carrera por ser el primero en publicar lo más inmediato y lo más comercial. Debemos aprovechar las oportunidades que nos brindan las tecnologías de la información (no sin antes aprender cómo funcionan y cómo se usan) para construir un periodismo más ciudadano y, en definitiva, para llevar a cabo prácticas comunicativas más enfocadas a la participación e intervención social, pues está más que claro que la ciudadanía demanda una mayor capacidad de decisión y de actuación en todos los sentidos.

Por todo ello, a dos compañeros del Máster en Comunicación, Cultura y Ciudadanía Digitales y a mi no nos faltan razones para trabajar en un proyecto que llevábamos queriendo desarrollar desde hace tiempo. Se trata de un medio de comunicación digital que, basándose en la filosofía hacker del movimiento del software libre, tiene como objetivo la creación de comunidades y redes ciudadanas en las que poder poner en común temas, acciones, informaciones y opiniones, pues como el propio fundador de este movimiento Richard Stallman dijo «Las obras de conocimiento deben ser libres, no hay excusas para que no sea así».